Hoy he iniciado el curso del INAP “Fundamentos sobre la
igualdad entre mujeres y hombres” y leyendo el periódico buscando una noticia
interesante sobre desigualdad para poder realizar el reto 1 he encontrado esta:
No está relacionada con mi trabajo ni con mi ciudad e incluso
no parece un titular de desigualdad de género pero me ha parecido interesante
el tema por varias cuestiones, pero, sobre todo, porque tiene que ver con algo
tan importante como el ámbito de la salud que es uno de los temas
prioritarios en el desarrollo de sociedades modernas y en el que, a priori, no
parece que exista ningún tipo de desigualdad de género o eso creía....
El artículo se inicia hablando del diagnóstico de
enfermedades cardíacas en mujeres. En 2018 en España, el 53,7% de las personas
que murieron por un problema cardíaco eran mujeres, según datos del Instituto
Nacional de Estadística (INE). En números absolutos, fueron 9.000 víctimas
más. Sin embargo, a ellas se les practican menos intervenciones, se les
diagnostica la enfermedad más tarde y al llegar más tarde al tratamiento,
mueren más.
Pero ¿por qué se produce esta falta de diagnóstico? Existen
varias razones y todas están relacionadas con la desigualdad de género. Por un
lado, la socialización del género, como la crianza de niños y cuidado de
mayores que pueden hacer que tarden en ir a consulta y lleve a un diagnóstico más
tardío; factores educativos como que en las universidades no se estudian
las diferencias por sexo de las patologías o que algunas enfermedades se
relacionan con un sexo más que con otro aunque, si bien, este sesgo de género
funciona en ambos sentidos, es cierto que se ve más perjudicada la mujer.
También podemos ver en el artículo que existe una desigualdad
de género en los ensayos científicos para medicamentos. Hasta ahora, a
nivel científico y médico, se ha tomado como referencia el cuerpo masculino.
Hemos perdido toda la información fundamental sobre las diferencias de la
fisiología entre los dos sexos. No hay un sexo más capaz que otro. Pero sí dos sexos cuyos cuerpos responden de
un modo diferente a los fármacos que se les administran. Por este motivo,
cuando se realizan ensayos clínicos ambos
deberían estar igual de representados, de modo que se pudiera establecer la
seguridad y las dosis adecuadas en cada uno de ellos. Por desgracia, no es así,
al menos, no lo ha sido históricamente. Resulta paradójico que, en este caso, esta
errónea igualdad de sexo en la investigación médica nos lleve a una
desigualdad de género con efectos tan drásticos.
Para solucionar este problema existen estrategias muy simples y que ya están
algunas de ellas en marcha por parte de las administraciones públicas: concienciar
a los investigadores de que deben incluir más mujeres, sensibilizar a estas
sobre la importancia de participar en estos ensayos, priorizar la investigación
por sexos y, sobre todo, la educación de pacientes y personal sanitario en
aspectos de género y salud.
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